top of page

dels columbretes

  • Foto del escritor: Lucía
    Lucía
  • 11 mar 2019
  • 3 Min. de lectura


ree

ree

Las primeras alineaciones de barracas a principios del siglo XVIII constituyeron el barrio Cabanyal-Canyamelar, a orillas del mar, donde las pintorescas barraquetas de los bañistas constituían una verdadera ciudad de “quita y pon”. Pueblo pescador, retratado fielmente por Sorolla y Blasco Ibáñez, una población íntimamente ligada al lugar.


Un barrio que actualmente permanece con unos rastros, su realidad, es en cierto modo y para algunos una vecindad debilitada. Una vida en la calle para todos, donde los exteriores recargados, las características balaustradas de los balcones o las tonalidades vivas, no son nada menos que la huella presente de un recuerdo modernista. “La calle y la casa se abrazan y se excluyen, se complementan […].Las casas urbanas se prolongan hacia la calle, y del mismo modo la calle se mira en las ventanas.” Nos situamos en el emplazamiento de la Casa de la Palmera, que pasó de ser vivienda a escuela tras el deterioro que sufrió por la riada de 1957. Desafortunadamente, de nada sirvieron las protestas ni concentraciones de los vecinos para evitar su destrucción.



El proyecto nace desde cierto desconocimiento y posterior mezcla de recuerdos, estímulos y flujo de sensaciones simultáneas del propio barrio. Donde se entremezclan la brisa marina con el bullicio del mercado de la plaza de la Cruz Canyamelar; los olores del bar La Flor se confunden con el ajetreo de sus sartenes; la visita de los nietos desde la calle permite una conversación con la abuela que traspasa alturas; o las huellas de las bicicletas que llegan a casa desde la playa.


La estrategia se define desde la necesidad de una vinculación entre residentes. Es decir, la intención de convivir, del verbo convívere, junto a convidar comparten origen y significado; ya los romanos entendían que el acto de comer y reunirse entre ellos formaba parte de vivir juntos, de la convivencia. De este hecho, surge el núcleo central del proyecto, que no intenta sino conseguir una zona común para ambos residentes en la misma parcela. Se busca la versatilidad de estos lugares tanto en planta baja como en un primer piso, la posibilidad de cocinar, estudiar, reunirse, posibilitar un traspaso de aprendizaje.


Vivir desde el exterior y el interior, la condición que nos brinda el barrio. La gran puerta de entrada, pensada para estar abierta posibilita la interacción de barrio, vecino y residente, toda ella controlada por unas carpinterías correderas para posibilitar distintas situaciones.

Una pared que no es un límite, manteniendo la medianera existente que vuelca a un patio interior central, que se percibe como corazón de la casa. Del mismo modo, la palmera vinculada estrechamente a un patio interior forma parte de los usos de la parte de la planta baja de la familia.


La casa se soluciona desde una evidencia estructural que se hace latente en las fachadas. La estructura porticada de hormigón nos marca un ritmo de cara al exterior, y va cerrando los cerramientos donde los huecos se van encontrando su sitio en concordancia con la distribución interior. En su afán por integrarse en el barrio, la vivienda se recubre exteriormente con el tradicional txoxo.


Las distintas habitaciones de la planta superior se abren al barrio por medio de balcones que sobresalen, junto a una domesticidad controlada. La vivienda en conjunto se puede entender como una sucesión de rincones intencionados que buscan acercarse a un recuerdo con la intención de permanecer al propio barrio.


ree

ree

ree

ree

ree



Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


    bottom of page